Comentario
Este es uno de los capítulos más intrigantes de la historia del Arte en la Edad de Bronce europea. Micenas asoma aquí, aunque sólo sea de forma aleatoria y debatible, con los que parecen sus típicos motivos estilísticos (espirales, ondas, círculos) sobre piezas tubulares de hueso y discos de piedra en una larga serie de yacimientos arqueológicos europeos, en fechas de mediados del II milenio. Micenas estuvo constantemente abierta al tráfico comercial del ámbar del Báltico. Objetos micénicos, incluida cerámica (correspondiente al Heládico tardío: desde aproximadamente el 1550 al 1100 a. C.), alcanzan al Mediterráneo occidental (islas Lipari, Malta, sur de Italia, Isla de Ischia, Andalucía, etc.). El flujo y reflujo de la corriente cultural, con punto de partida y de llegada en Micenas, toma desde el mar Tirreno otra vía ramificada de expansión a través de las principales arterias fluviales de Francia (los ríos Ródano, Garona, Loira y Sena) que confluyen a ambos lados del Canal de la Mancha.
El fenómeno micénico en la Europa bárbara tiene en la vertiente atlántica una especial repercusión. Se manifiesta en dos regiones vecinas: la cultura de Wessex, en el sudeste de Inglaterra, y la civilización de los túmulos armoricanos en la Bretaña francesa. En ambos casos, la relación con Micenas se presenta bajo el cariz de importaciones o imitaciones de objetos de prestigio de metal o material valioso y dotados de calidad artística. El nombre de Micenas es, pues, un buen pretexto para abordar la producción de obras de arte en las dos sociedades atlánticas más renombradas de la Edad Antigua de Bronce.
Tanto en la cultura de Wessex como en la civilización de los túmulos armoricanos, las sociedades aparentan estar estratificadas y dirigidas por una élite a la que se califica de principesca. Tales señores guerreros no olvidan llevar a sus tumbas los emblemas de su oficio (puñales, hachas de combate, puntas de flecha de sílex, etc.), pero tampoco los de su poder (mazas, cetros), ni los de su poderío económico (objetos áureos de adorno personal o de vestuario). Las diferencias entre la cultura de Wessex y la contemporánea de la Armórica son, como cabe esperar, muy notables en su contenido material y desenvolvimiento. Naturalmente, también la impronta micénica, que encabeza este apartado, es de muy diverso grado a uno u otro lado del Canal de la Mancha. A ambas regiones, sin embargo, las une la construcción de tumbas individuales bajo túmulo. Sólo unas cuantas de entre ellas contienen los objetos de prestigio, pero a los efectos de la historia del Arte y de la definición cultural, son los enterramientos privilegiados los que llaman la atención. Otra coincidencia, la riqueza de los ajuares de los túmulos en la Armórica y en Wessex se manifiesta en la primera fase de su historia: entre el 1700 y el 1500 a. C.
En 1938, Stuart Piggott presentó a la Prehistoria europea una contribución excepcionalmente brillante: la cultura de Wessex. Entonces, la singular riqueza de dicha cultura se justificó suponiendo la incursión en Gran Bretaña (área de Marlborough, Salisbury, Dorset) de gentes bretonas, dirigidas por una dinastía hegemónica, aquella que relumbraba en los túmulos de la Armórica. La tesis tropezó con cierto escepticismo y controversia, y, hoy en día, es totalmente rebatible. No obstante, la razón básica que sostuvo su planteamiento (la aparente identidad externa de una casta dominante en Europa occidental en la Edad de Bronce) está en el fondo de una cuestión indiscutible. Ello nos permite adelantarnos con el Continente en la descripción del aparato funerario y de sus ajuares con mérito artístico en dichas sociedades principescas de la Europa atlántica.
Los túmulos de la Armórica sobresalen por su prominente estructura en el terreno. Llegan a alcanzar 6 m de altura y un diámetro de más de 20 m, por lo regular. Fueron construcciones que requirieron el trabajo experto de carpinteros y entendidos en arquitectura. Una clase muy repetida de túmulos de la Armórica contuvo una tumba de carpintería construida en el subsuelo. Como modelo de esta estructura puede tomarse el túmulo de Saint-Jude (Bourbriac, Côtes-du-Nord). Aquí, la fosa subterránea estuvo compuesta de tablones de madera en el suelo y de troncos de árboles en las paredes y en el techo. La cámara funeraria, así conformada, se cubrió con un cúmulo de piedra sin desbastar. Un tejado de cañizo a doble vertiente, recogido entre vigas y travesaños de madera, cerraba la casa funeraria. El túmulo, pues, responde a una tradición arquitectónica doméstica equiparable, sin duda, a la de las tumbas, también principescas, de la cultura centroeuropea de Unetice.
La arquitectura megalítica de Bretaña dejó amplia huella en los túmulos armoricanos. Un caso de la mayor importancia es el gran túmulo de Kernonen, en Plouvorn, cuyo diámetro alcanza más de 50 m. La cámara central (de 4,70 m de largo y 1,30 m de ancho) estuvo cubierta por una gigantesca losa de granito (de siete u ocho toneladas), acompañada de otros dos dinteles complementarios. La disposición del ajuar fue reconstruida meticulosamente. En la recuperación de los restos óseos no hubo, sin embargo, la misma fortuna, debido a la intensa acidez del terreno. Los objetos llevados a la tumba se recogieron en tres cofres de madera. El primero contenía tres o cuatro hachas de bronce muy corroídas.
El segundo guardaba las piezas más preciadas: tres puñales con empuñadura de madera en la que se incrustaron miles de minúsculos clavos de oro formando motivos geométricos (rombos, círculos, entramados de líneas, etc.). Este tipo de arma de prestigio es el que delata en sus propietarios la vanagloria de proveerse de armas inútiles, pero demostrativas de su poder. En la tumba de pozo IV de Micenas hubo un arma parecida. Ocurre que esta clase de puñal está también presente en Wessex, si bien su patria occidental es la Armórica. Precisamente, producción armoricana muy propia de la época son las puntas de flecha de sílex virtuosamente talladas que se hallaron (hasta un número de veinte) no lejos de los puñales con empuñadura de clavos de oro en Kernonen. Tales puntas de flecha (hasta cuarenta) se incluyeron en el cofre tercero, junto a un puñal de hueso y a un brazalete de arquero.
El brazalete de arquero del ajuar de Kernonen revela la continuidad, en los tiempos de los túmulos, de objetos propios de las comunidades del campaniforme. Esta tradición está representada en la Armórica por una joya singular, procedente del túmulo de La Motta, en Lannion. La forma rectangular del brazalete de arquero se reprodujo en un pendiente de oro, de bordes biselados. Las orillas de ese marco alargado, de lados ligeramente curvos, se adornaron con amplios triángulos, enlazados en los lados mayores, y dos únicos, y mayores, en los menores. La orfebrería armoricana hizo uso de la plata, que se supone procedente de la Península Ibérica, para la fabricación de búcaros de este metal, de cuerpo globular, cuello alzado, y boca acampanada. El más famoso procede del túmulo de Saint-Adrien, en Côtes-du-Nord, cuyo ajuar contenía los acostumbrados puñales de remaches, espada, hacha, los clavos de oro, y las típicas puntas de flecha de sílex armoricanas.